Los humanos siempre tratamos de ocultar la razón por la cual somos solo sombras, somos unos niños que jugamos a escondernos debajo de las cobijas de las sombras que aparecen en nuestra ventana; somos trozos de carne que no se puede interrumpir cuando habla, somos carne cruda de la que se alimentan los maníacos homicidas...
Encerrada en una figura de arcilla, el sentido común de las personas se ha perdido, como una ráfaga constante de viento, con vida propia, que arrasa con los cimientos de una casa vacía.
Ya no hay razón para que la mano que escribía termine su dialogo. Ya no hay motivo para seguir avanzando hacia aquel umbral, en donde espera la vida. Esa ingrata ya no volverá a ser la misma.
Muy dramatico todo...
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