jueves, 17 de junio de 2010

Onírico.

Existe una parte de la noche de la cual me enamora cada vez más, esa parte en la cual cierro los ojos y la inconsciencia me guía por caminos desconocidos, ese espacio que vulgarmente se conoce como sueños.
Es fácil perderse entre ideas, no saber si la realidad existe, y si uno tiene que huir por su vida o no. Existe ese punto en que las ideas se entrelazan y generan un compendio de incoherencias viles y retorcidas, que adquieren un sentido fútil y a la vez degenerativo en cada una de las mentes desasociadas de la vida cotidiana.
Es poder satisfacer el deseo diurno, golpear con las manos a una puerta donde jamas abrirán, y poder ver desde una perspectiva menos humana los infinitos quehaceres de la simpleza incondicional que nos rige diariamente.
Es como caer en un agujero en el que lo imposible es probable, y la jalea de taciturnos pensamientos se van entretejiendo en una marejada de concupiscencias incontrolables de conseguir bienes o ganancias morales.
Es poder ver en el interior de uno mismo. Señalar al asesino, ser uno mismo el magnicida, atracarse de los alimentos que no existen en la comedia circunstancial que actúan los vampiros ciudadanos.
Es, con mil penas, volcar el dolor en una somnolienta, e irresponsable divinidad, lo que se desea dar vida. Crear ese mundo en el que uno ansía vivir, en el rodar por las escaleras de una minuciosa elección entre lo común y lo categórico.
Si, me estoy enamorando cada vez mas de eso. De poder ver sin ver, de tocar sin sentir, de lagrimear sin desahogar, de poder respirar bajo el agua.
Ahora veo otro sueño en mi, veo una pesadilla, una algarabía de intereses por construir. Veo que ese sutil deseo de soñar, me lleva hacia donde el cuerpo no llegara jamás; más allá del cosmos, aun más lejos que donde las canciones se pueden dilatar un segundo. Ahí, donde el universo se hace nulo, y los dioses y druidas se convierten en vacíos, ahí, donde solo los grandes han logrado habitar. Atravesando el muro del sueño, las puertas de la llave de plata. Descansando en parajes de un desierto sobrecogedor que se traga hasta el ultimo aliento de una flor marchita.
Ahora, ¿que sueños ves tu en ese majestuoso y indecente espacio al que vas esta noche?

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