
-Carguen, apunten, fuego...
Un ensordecedor estruendo suena cerca, y escucho caer un cuerpo a mi lado.
-Carguen, apunten, fuego...
Nada suena... veo el cielo azul arriba mio... Nada suena aun... Siento mi cuerpo caer de espaldas...
No siento mi espalda... Pero, aun no suena nada. Todo es silencio...
-Carguen, apunten...
No escucho nada mas, solo el viento, corriendo a través de mis fosas nasales...
Siento al viento de la montaña correr a mi alrededor, y recoger cerca mio los despojos del estallido de mi alma. Creo que me dispararon, pero no sentí nada. Fue rápido. Solo ver un poco borroso la blanca sabana con la que cubrieron mi rostro. No sentí nada...
El general me ordeno, que cruzara el campo, llevando ese sobre amarillo. Que cubriera mis manos con esos guantes, que corriera con todas mis fuerzas por entre las bombas...
No fue una tarea ardua...
Solo fue el levantar mis manos y correr hacia adelante. Abrazarme a la carta, para que no se pierda.
No se en que momento caí preso por el enemigo. Solo vi el brillo de un arma, un disparo, y sentí, recuerdo que lo sentí, un dolor penetrante en la pierna izquierda. Solo pude ver la cara de un muchacho, asustado, por que no sabia que había hecho...
Después todo fue una sucesión de dolor en esa herida, que a estas alturas esta putrefacta, de gritos, golpes en mi cara, en mi pierna, en los dedos de mi mano. Confesé lo que fui a buscar, a entregar la carta. La carta que nunca fue leída, que nunca llego a su dueño.
Me abandonaron. Me dejaron solo en el suelo oscuro de una celda fría y angosta. Sin mas compañía que la canción de otro reo, canción que solo entendía el murmullo de su voz, y que alegraba mis oídos.
Tuve sueños febriles, acompañados de dolores insufribles. Me veía a mi entregando la carta al general enemigo. Me veía sentado en una silla. Me veía en un espejo mirando mis canas crecer. Me veía con una mujer sin rostro, sin cuerpo, solo una borrosa imagen, que me daba vida. Me veía con un bastón caer por las escaleras de una pequeña casa. Me veía en una cama, inmóvil, rodeado de gente desconocida, sin rostros, solo con lagrimas goteando desde sus mejillas difuminadas.
Despertaba, y me abrazaba al polvo de mi celda. Me acurrucaba en la frialdad de mi destino.
En uno de mis maravillosos sueños. Me arrancaron de mi espejo alucinado, y metieron una mano dura y osca en mi mente. A patadas me arrojaron contra la pared, me cubrieron con la manta mas sucia que encontraron...
Escucho pasos, correteo, disparos. Escucho que alguien se acerca a ver mi cadáver. Escucho que disparan cerca, escucho, escucho, no siento nada...
Me veo una vez más entregando la carta, me veo una vez más estirando mi mano y diciendo a mi enemigo lo mucho que lo he amado todo este tiempo. Me veo una vez más con lagrimas en los ojos. Veo el cañón de una pistola nueve milímetros apuntando mi cabeza...
Escucho un tiro...

No hay comentarios:
Publicar un comentario