lunes, 9 de agosto de 2010

09 de agosto de 2010

Esta solo es una pequeña indicación a los desocupados.
Mañana jalara el gatillo un anciano en la Plaza Grande frente a un grupo de niños que cantan las sagradas notas del Himno Nacional.
Desenrollara parte por parte su cabello la hermosa justicia, quitando la venda de sus ojos para poder ver a donde inclina su balanza.
Se sentara el león herido a torcerse de la risa de las salvas que desperdiciaran los militares mal disfrazados de héroes.
Y allá arriba, la racionada libertad dejara su postura triunfal, y se sentara aburrida a mirar como es usada su elegante imagen.
Y todos cantaran el Himno Del Partido. Abrazaran al hermano mayor, y beberán, y cantaran, y abrazaran al vecino, y entregaran el trasero al partido. Se recostaran en las calles con la boca comiendo la tierra y recibirán el disparo en la nuca.
Y ahora. A tantos segundos de lo que sera una muerte maledeta, por donde podemos empezar a huir de esta basura. Talvez por la izquierda, por la derecha, de espalda, avanzando hacia atrás, a donde nos lleva la utopía estúpida que nos enseñan. No sirve de nada caminar si al final los pies nos van a sangrar de caminar sin pensarlo, solo siguiendo los intereses del que nos vigila impaciente de que cometamos el error de no ver resplandor azulado del amanecer escondido en las cortinas.
Mañana, una mano de niño recogerá la sangre de aquel heroico anciano, la pondrá en un pequeño frasco de aceitunas y la llevara hasta la cima del panecillo y lo entregara como ofrenda a la divina vampiresa.
Y entre las estatuas de cera que se pierden irremediablemente en el calor del día, en los disparos de insondable distancia, en la muchedumbre asesinada a sangre fría.
Y mañana, al amanecer, se desmayara en la puerta de su casa una anciana, que no sabia por que le faltaban balas para disparar a su secuestrado en el pie izquierdo.
Ha fallado ya esa ofrenda que le di algún día a mi diosa, mi fuente de inspiración, con la que juegan en una cama presidencial tantos irresponsables; esa pequeña flor de jardín que entregue a esa preciada solemnidad que me miraba desde lo alto de su torre, tan lejana y a la vez tan amada. Esa a la que un día llame libertad, ahora la llamo puta.
Se vendió barata por un par de dolares y un poco de pan.
Hoy la llamo ramera. Se entrego en libertad a un par de desquiciados dementes.

Una noche, pasando por la calle me encontré una dama
Que sin mejores señas, practicaba aquel negocio tan antiguo
Como la practica del sexo racional lo ha permitido
Y me le acerque para preguntarle
Por que no la había visto antes
A pesar de ser tan bella
Se entrega a unos pocos por tan poco
Se da de alegre, cuando es mi peor pesar en el intelecto
Aquella noche la vi rendirse a mi pie
Y recitar un par de versos sacrílegos a mis oídos
La vi levantarse sabiendo que me vencerá
Y conociendo que soy débil junto a los que se aprovecharon de ella
Oh, mi amada libertad, cuando te vi me enamore
Ahora te veo
Y me das asco.

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