Salí a caminar en la fria noche de verano de esta ciudad abandonada. A lo lejos, puedo escuchar un eco, como un grito, un silvido. En el ambiente, percibo un leve zumbido, un sonido con notas musicales, con cantos de coros, como si a Mozart escucharan las mil almas que alguna vez miraran a través de las ventanas.
Con el paso vencido, tambaleante, busco llegar a la llama que se esfuma a lo lejos, que se transforma lentamente en una extraña e iridiscente llama azul. Mi vista se nubla, y caigo de frente, me ha vencido el cansancio de esta vida.
Ya sin fuerzas me despierto horas después, un gato negro lame mis manos, tratando de que despierten mis sentidos, su aspera lengua me conforta. No recuerdo por que tengo esta herida en mi mano, y no recuerdo por que este animal me sigue a donde voy, me encuentra siempre, como si al verme encontrara un alma gemela nueva cada vez. Prosigo caminando por los callejones sin vida, por enormes fauces dentadas de lobos gigantes que se esfuerzan por alimentarse de mi terror. Pero yo no tengo miedo, no siento nada, no tengo temor alguno puesto que estoy solo, y en esta vida, vacia inconclusa, no puedo ver motivos para seguir o dejar de deambular.
Aburrido ya, por el silencio y la monotonia de las blancas casas de cal, entro a una lujosa mansion a guarecerme durante la noche. Arrojo mi espada lejos, y me arrojo sobre un monton de hojas de periodico amarillento, cama de algun otro viajero, y me rindo en el sopor del cansancio.
Tengo sueños, como siempre, como todos. En ellos veo el resplandor de una luz, igual azul, igual sulfurea, y una silueta felina se cruza entre los matorrales de un basto camino por el que transite algun dia.
El eco del viento, ese grito escalofriante que irrumpe entre las ventanas me despierta. Amanecio, y anochecio, un ocaso muere a lo lejos, aun mis fuerzas no retornan. Mientras tanto, en mis sueños, veo de nuevo al felino, pero esta vez me da una mirada de despedida, antes de partir a nuestro proximo destino, donde nos encontraremos en un futuro.
Al despertar, medio dia de un dia cualquiera del año. Camino a la ciudad vecina, buscando, talvez agua, talvez, algun ser humano, talvez, vida. Solo encuentro al fiel gato sentado sobre una fuente de agua, y al verme se recuesta sobre sus patas delanteras, como invitandome a beber y descansar.
Alli espero que sea mañana, aquel día en el que los atormentados seres vivos dejen de esconderse y aparezcan, de alguna forma, de nuevo en el planisferio que he creado con solo presionar el boton del apocalipsis, y deje de odiar mi suerte.
Amigo gato, busquemos otra ciudad mas grande, igual de abandonada, igual de vacia...

3 comentarios:
no más mañanas!!!!
que bacaaaaannnn!!!! (quedó tu blog) adoro esa gargola que está ahí
La noche... solamente la noche.
Y la tierra q cede bajo sus caricias silenciosamente
y mas bella aun cuando alta brilla la luna
la Pacífica Noche, donde el pobre Vagabundo
atraviesa en el campo de batalla
te quiero a TI......Tu mi viajero de la noche
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