
Arrojadas al viento, caen 800 rosas desde lo alto de la torre del castillo en ruinas. A lo lejos, el atardecer dorado despide al barco que acaba de zarpar, junto a mi, veo tu mirada perderse con el viento, cuando el velo de tus ojos cae lentamente para desvanecerse en el aire que respiro.
Tu fragiles manos se posan como silenciosas mariposas en el mullido campo de violetas y girazoles agonizantes. Mientras en el otoño de nuestras aventuras soñadoras perdemos un poco del sentido del arte.
Junto a mi, yacen las acalladas notas de un diario en blanco, exoneradas por las palabras infantilmente deletreadas, liberadas por el acostumbrado estruendo que se escucha en la lejania al alba.
Sentado junto al arbol solitario, espero verte un dia que vengas de paso, recogiendo las palabras que cayeron tras de mi. Suavizando el aroma de tu mirada, mirada espejo de mi alma abotonada en mi corbata, oscila entre caer de tu sonrisa y caer de la marca del pasado, ese triste lamento que conmueve las hebras de tu cabello amarrado con una rosa.
Suena entre las sombras una veleta, que movida por el viento apunta siempre hacia tu casa, a donde yo, vacilante con el corazon en los tobillos, avanzo sin prisa hasta encontrar las huellas de tus pasos en el polvo, tus suspiros en el eco de las hojas de los arboles con el silbido del viento, tu voz entre el ruido de mi aliento al respirar, y el brillo de tus ojos al sol de media noche.
Adoro el murmullo de tu piel al rozar tu ropa, y el tercipelo de que esta formada tu piel. Ausente musa, presente y pasado convergen en tus labios, de donde escapan las palabras y se esconden las miradas, miradas estancadas en los recuerdos perdidos en la laguna de la memoria. Extraigo de mi mente los acordes magnificos de tu voz, que juntos conforman un inconclusa melodia, que se mezcla con el repiqueteo de los petalos al caer sobre la arena del fondo del mar, mientras el barco se pierde en el horizonte, llevandose lejos el cuerpo de quien escribio sobre las cenizas de su cadaver cremado una dolorosa cancion honirica.
Garabateado en el diario de la tarde, encontraras el nombre de mi alma escrito con el delineador que usas, mi destino con el brillo para tus labios, mi amor con la tinta de mis dolencias. Con este enigma recorrente, a donde van a parar mis ideas?

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