Seria entregarme de lleno a lo simple e irreverente del mundo normal, pero aun no es necesario. Dentro de unos cuantos días similares a los que hoy aun tengo en frente tendré que entregarle mi alma a ese interminable desfile de tarados que tratan de luchar por alcanzar la corte celeste.
No quiero perder ese sentido miserable que movía mi mundo. Ese zumbido en los oídos que hacia que me moviera a travez de cínicos universos creados en mi mente. No quiero ser un maldito gato de Schrödinger más en este mundo podrido. No quiero que este demonio descerebrado me haga caer en el caos mental que tanto gusta a las masas comunes.
No quiero caer en el lamento urbano de no poder ver mas allá de un teléfono celular. No quiero caer en ese solsticio diario que llega al medio, hora de alimentar el cuerpo, para no tener hambre. Para no dormir.
Aun así, tras labrar un poco el camino de mi entrada al infierno común, me rindo de a poco, y escucho las palabras de un grupo de desocupados que tratan de decirme que lo que hago, simplemente esta mal.
Odio aquellos que no quieren compartir lo que son, que tratan de satisfacer su ego embutiendo a su alrededor con lo que son, y que no pueden soportar el tener cerca a alguno diferente.
Es de lo mas probable que tengan que sentarse a la orilla de un rió angosto y sin fondo a tratar de pescar un bacalao gigantesco...
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